La especialidad Neonatología
¿Qué ha sucedido con la Neonatología, especialidad de la Clínica Pediátrica?, ¿Qué ha sucedido con nosotros los médicos neonatólogos?
En los últimos año hemos asistido a un vertiginoso progreso evidenciable en lo asistencial, en la aplicación de protocolos de investigación, en la integración de equipos multidisciplinarios, en la remodelación de servicios y en la utilización de tecnologías modernas cada vez más sofisticadas. Como consecuencia de este progreso, se produjo una notable disminución de la mortalidad neonatal aún incluyendo a los pacientes de menor peso y menor edad gestacional. La sobrevida RN de 1000 a 1500 grs. ya se aproxima al 100 por 100 y en pacientes menores de 1000 grs., hasta hace no mucho excluidos de las estadísticas, en el grupo de entre 750 y 1000 grs. la sobrevida alcanza el 80 % en las Unidades de Cuidados Intensivos terciarios.
También como consecuencia de este notable progreso, la asistencia neonatológica originalmente efectuada por médicos pediatras, demandó la rápida y exigente formación de especialistas. Estos a su vez, para poder desempeñarse adecuadamente, provocaron revolucionarios cambios arquitectónicos, técnicos y de infraestructura en los servicios hospitalarios. Las Unidades de Cuidado Intensivo Neonatal no pudieron organizarse imitando las existentes para adultos sino que tuvieron que planearse siguiendo ideas originales que permitieran la compleja asistencia de los RN y el ingreso y participación activa de sus padres. La formación de recurso humano, particularmente el de enfermeros/enfermeras se hizo prioritario hasta convertirse en imprescindible.
Afortunadamente este progreso no fue solo tecnológico, sino que se acompañó de “redescubrimientos” tales como la importancia de la interacción padres-hijos y la afirmación del valor irremplazable de la leche humana. Por otro lado, fue también necesario descartar y contraindicar técnicas que demostraron ser riesgosas o aún iatrogénicas, muchas veces como consecuencia del apresuramiento con que fueron aplicadas.
El progreso es siempre resultado de marchas y contramarchas, las más de las veces lentas e imprecisas. No sucedió esto con la Neonatología. Hasta hace poco los recursos terapéuticos eran muy limitados y rápidamente se alcanzaba el punto final de las reales posibilidades asistenciales. El RN sobrevivía o moría rodeado de un grupo de protagonistas casi pasivos.
En los últimos años todo cambió. Como de la noche a la mañana, una serie de progresos técnicos, complejos algunos, simplísimos otros, hicieron que los recursos terapéuticos se multiplicasen hasta llegar al momento actual en el que el punto final (la muerte de un recién nacido) se ha convertido en algo que ahora parece muy lejano, quizás por haber estado tanto tiempo tan cerca.
Se corrió el punto final de nuestros recursos asistenciales y al correrse nuestro accionar dejó de ser transversal para convertirse en longitudinal, es decir de todas las horas del día y de la noche.
Se abrió entonces un inmenso horizonte resultante de la comprensión de un gran número de los problemas del RN que como las pequeñas piezas de un rompecabezas empezaron a ocupar su lugar. La Neonatología es ahora una verdadera especialidad, exigente de conocimientos, demandante de disponibilidad física y emocional y absorbente de tiempo y vida.
El inmenso horizonte es el de las posibilidades actuales y el de las aún no exploradas, el RN, sus padres, su familia y su futuro son nuestro desafío, nuestra responsabilidad.
Este desafío no está exento de riesgos. Para nosotros ello acontece si agota nuestra capacidad creativa o nos desestabiliza emocionalmente. Para nuestros pacientes pueden producirse por los efectos indeseables de los mismos tratamientos. Ya representan una grave realidad la retinopatía del prematuro, la displasia bronco pulmonar, las hemorragias intracranealas y las secuelas neurológicas. Pero esta realidad tiene un sano justificativo.
Cada vez sobreviven más personas recién nacidas para toda una vida llena de potencial, y aún de la asistencia de los que no sobreviven surge un manantial de conocimientos y una adquisición de habilidades que aplicados a los menos graves resulta cada vez más en una mejor calidad de asistencia. Honestamente racionalizada esta experiencia es la inmensa contribución a la comunidad de nuestros fracasos. Fracasos que debemos someter a crítica y auditoria. Muchos serán superados en un futuro próximo o lejano pero otros persistirán, como que es inmodificable nuestra condición humana, peregrina.
El horizonte neonatológico se ha iluminado: primero apenas como al amanecer, pero ahora todo, como a pleno sol.